sábado, 18 de abril de 2009

Un corazón agradecido y una sensibildad para vivir

picture taken in Andorra, 2007

Acabo de agradecer a Dios por mi trabajo, por el hecho de estar en Barcelona estudiando, conociendo a tantas personas, visitando a tantas ciudades en Europa, etc.

Sin embargo, hace algunos días y semanas no sentía esta gratitud, tampoco me quejaba, pero oro a Dios para que nunca me sienta indiferente...

Sentirse indiferente y apático son síntomas de un proceso de petrificación...

Cuando uno entra en un proceso de petrificación nada más habla de vida y tiene sentido...

Además de ser indiferente, en último análisis este individuo siente que la vida conspira contra él, que hay injusticia en todo y por todos los lados, pero lo que existe la verdad es una presunción y soberbia camufladas y vestidas con piel de humildad, porque sienten que deberían estar donde no están, sienten que deberían ser lo que no son aunque digan que sean lo que supuestamente es fruto de la imaginación pues lo vale y cuenta es el mundo de las aparencias y el aplauso de los demás...

Este individuo puede estar con su familia, pero es como le diera igual: estar o no estar...

Tiene comida en la mesa, pero es como fuera normal pues nunca ha probado lo que es sentir hambre y no tener absolutamente nada como una gran parte de la población mundial lo prueba...

Tiene trabajo pero se queja porque querría cobrar más mientras tantos buscan una oportunidad aunque sea para ser uno más en la compañia y poder dar un mínimo de provisión a los suyos...

La palabra de Jesus a todos aquellos que son indiferentes es la misma que ha dado a los de Laodicea:

Y escribe al ángel de la iglesia en LAODICEA: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios:

Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, ó caliente!

Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.

Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo;

Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.

Yo reprendo y castigo á todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete.

He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo.

Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias.


Dios nos libre de la crisis y de los sentimientos que habitaban la iglesia de Laodicea.

Fábio
Barcelona

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